martes, 21 de octubre de 2014

Y Walt Disney se hizo adulto

Silenció el espejo mágico su cantinela machacona y la manzana sembró ponzoña de blancas sienes parando la timba de los siete con el premio de la liga resbalando en la entrepierna, ya sus mentiras buscan acomodo en las espaldas, donde la soga justiciera no puede cercenar el apéndice enhiesto de un Pinocho impenitente y lujurioso.
 
 
Las orejas de Dumbo, alelado en su candidez, son incapaces de levantar el vuelo agarrotadas por el peso de la conciencia ajena apartada de la ética y con la moral propia de estrella del circo. Hasta a Bambi le salieron cuernos viendo a Flor junto a Tambor en la cama de la indecencia absoluta intercambiando instintos como humanos.
 
Se cansó el Príncipe de su fijación fetichista con Cenicienta cuando sus pies se cuajaron de callos y durezas de tanto pasear alardeando su tiránica belleza, embaucado a su vez por el conejo blanco de Alicia asomado a su madriguera del país de las alcantarillas, donde lo superfluo se hace dogma y lo absurdo lógico, ese país de nunca cenar donde Peter Pan crece sin superarse nunca, donde las damas consortes son más consortes que nunca y los vagabundos andrajosos más andrajosos, allí donde la pasta no termina en un cándido beso.
 
El Hada olvidada danza ante el fuego fatuo de la durmiente Aurora inerte y amortajada por un perseverante Felipe distraído del ósculo salvador por la exuberante capa negra y blanca que le ofrece Cruella y el esfuerzo de arrancar a Excalibur de su cárcel pétrea y así poseer el poder absoluto de la vanidad.
 
Ya no amamantan lobas a niños perdidos en la selva de cemento, los devoran con la ignorancia, ni perviven ladrones que desvalijan ricos para repartir el botín a los pobres, se acomodan en su saqueo. Ya los cantos de sirenas no te salvan en la orilla, te sumergen mar adentro en un lascivo aquelarre, donde las bellas son bestias y las bestias cafres bailando la orgía de la sangre. Ya el genio de la lámpara no te ofrece tres deseos, te secuestra la esperanza al son de tu conveniencia; Scar batió a Simba entregándose con desenfreno a la bacanal con el harén ajeno y sucumbió Pocahontas a los encantos de Smith desamparando a su pueblo.
 
Tocan a muerto las campanas jorobadas de la torre de la vida, fatigada por la hercúlea pelea con la supervivencia y el hartazgo de las bruces chocando siempre con las mismas murallas, hordas displicentes de amigos y enemigos disfrazados de Hunos pendencieros.
 
Pero aún en el horizonte se vislumbra la única verdad cierta, la esperanza platónica de la inmutable realidad del ideal.

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