viernes, 10 de octubre de 2014

Réquiem por una compañera

Yacen tus recuerdos ahogados en el fondo del abandono y la desidia, ya no te cubre el polvo de la indiferencia ni ves pasar con resignación la vida ajena ante tus ojos, esperando disfrutar de la libertad viajera para la que naciste.

 
Ahora buceas en el lodo nauseabundo que emerge de los usillos en busca de un destino digno, llorando la amargura de tu reposo infinito que ni buscaste ni te merecías, en el que te viste sumergida y por el que llorabas agriamente antes de que tu rugido sordo se convirtiera en silencio perpetuo.
 
Disfruté junto a ti de la sensualidad de tus curvas, la dulzura de tu agarre y el desenfreno de tus caricias, la música de tu aullido al pedirte que te entregaras más al desafío del tumbado horizonte que se abría ante nosotros aún resuena en mis oídos como la banda armónica de lo prohibido, como la primera vez que con miedo te poseí y sentí mi piel volar al cielo siento ahora mi alma zozobrando junto a tu frío cuerpo inerte.
 
Sí querida compañera, llegó tu fin de la forma más cruel, quieta, inmersa, sin posibilidad alguna de defenderte como tú sólo sabías, como tú querrías que hubiera llegado, con tu cabeza al frente desafiando al viento y a la gravedad, ramoneando las nubes y vacilando a la tierra.
 
Aún recuerdo cuando te conquisté. Fui buscando a otra y al verte impregnada de sensualidad y sencillez supe que habías nacido para mí, que serías mía contra viento y marea, refinada en tus andares e impúdica en la intimidad, sensitiva al tacto y lasciva en el engaste, sin duda naciste para mí. Juntos recorrimos espacios impensables y momentos irrepetibles con el libertinaje que da la osadía y la conjunción perfecta de cuerpo y alma.
 
Ahora me siento ingrato cuando a tus primeros achaques me retiré de tu vida, dejándote arrumbada en tu desencanto y olvidándote en un rincón oscuro y encapotada por el polvo de la indolencia, ahora peno tu pérdida y el desconsuelo de tu adiós sin despedida, hundida como el sepulcro de mis entrañas.
 
 
Hoy llegó tu fin querida compañera, el llanto infinito de aquellas nubes que enfrentaste alegre te sepultan en el fondo de tu entierro en vida, ahogada en un pozo negro, inundada y vencida.
 
Y yo, infiel y olvidadizo, inmolo mis sueños de volverte a cabalgar con el viento en la cara impregnado de bencina.

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