miércoles, 24 de diciembre de 2008

Feliz Navidad

En estos días de abrazos fingidos y sentidas ausencias, a los que adoráis la Navidad y a los que la lamentáis, a los que amáis la vida y a los que os resignáis a vivir, os mando un aliento de esperanza y os deseo desde lo más profundo de mi corazón


lunes, 8 de diciembre de 2008

El coche de la familia... ¡Taxi!


Hoy cierra sus puertas el Auto Retro de Barcelona, exposición de automóviles clásicos, históricos y de colección, a los cuales soy un aficionado, en realidad al motor en general; ojeando automóviles recordé el coche de mi familia, o así lo creí durante un tiempo, el majestuoso SEAT 1500 (1400 C, 1500, 1500 Bifaro…).

Cada domingo por la mañana, zapatos de charol y la ropa nueva, de visita a casa de la abuela (aún la puedo abrazar y ella a mí), la raya en el pelo y sin pisar la arena, nos dirigíamos al coche familiar, con el tiempo supe lo que era un taxi, pero entonces ese coche negro con la línea amarilla, era mi coche, y aquel hombre que variaba de rostro, pero siempre con camisola gris y gorra de plato, era mi chófer. El coche, el mismo invariablemente durante años, era inmenso por dentro, a mí me gustaba ir delante, en ese asiento corrido de escay rojo y mirar como el conductor cambiaba la palanca de cambios situada en la columna de dirección. Aún recuerdo los disgustos que cogía cuando, alguna vez, el modelo era diferente, “pero si es americano”, me decía mi padre para confortarme cuando no quería entrar en el Dodge Dart, sería americano, pero no era el mío.

Con el tiempo aumentaron los modelos de taxi, incluso a aquel milquinientos le partieron el asiento, le cambiaron el cambio y le aumentaron la mirada, pero le quitaron el magnetismo; además supe que no era el coche de la familia, que mi padre tenía pánico a conducir y que tendría que esperar a ser mayor para tener uno como aquél, porque dirigidos con volante en el mando de cable y en miniaturas varias los he tenido, pero el placer de conducir uno todavía me seduce, ver tras el cristal aquellas aletas dominando la carretera, no tiene precio, incluso la lluvia no cae igual en los impersonales coches actuales que en el parabrisas cuasi vertical de la joya de anticuario.

sábado, 29 de noviembre de 2008

Retratos de posguerra y el estilismo realista


Ya se ha fallado el Premio Cervantes, máximo galardón de las letras hispanas, y ha recaído en la insigne figura de Juan Marsé, catalán de castellana pluma con la que plasma retablos de su infancia y juventud, recovecos de Guinardó, huyendo de personajes triunfadores en la posguerra franquista y retratando al marginado, “que culpa tengo yo de que la historia fuera triste”.

Autobiografía subyacente en su obra, la propia y la de su mundo barcelonés, recogida en títulos como “Últimas tardes con Teresa”, “Si te dicen que caí”, “La muchacha de las bragas de oro”, “El amante bilingüe” o “El embrujo de Shanghai” y en personajes como el stendhaliano Pijoaparte, aquel charnego, que hoy sería “un inmigrante del Magreb”, trepa social en lucha por colarse en la alta sociedad.

Este Raymond Poulidor de la literatura, tantas veces apostado a este premio, las mismas que omitido, por fin en este año lo ha conseguido, ya tardaba; él, capaz de renunciar a premiar la menos mala de las obras por no poder dejar desierto un premio (dimitió como jurado de los Premios Planeta en el año 2005) y proclamar que "Mi derecho a buscar y decir la verdad, mi verdad, está por encima del relumbrón y el festejo del mejor premio del mundo", consigue con esta distinción derrotar a su propia historia, de marginado a la alta sociedad, pero sin tretas arribistas.

El Premio Nobel espera impaciente su presencia.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

El país de las chapuzas



De logro en logro, de medalla en medalla, antes eran de pantano en pantano y ahora de sustos en socavones. Señores, se veía venir y llegó, el primer hundimiento de los túneles del metro de Sevilla ha ocurrido este mediodía en la Puerta de Jerez, donde un quiosco ha sido literalmente engullido por el derrumbe del terreno en el que se asentaba, afortunadamente no hay que lamentar daños personales.

Hace algunas fechas, el descarrilamiento del tranvía y la noticia del desmontaje de las catenarias a corto plazo, presupuestos sobre presupuestos y las filtraciones monetarias se evaporan en bolsillos ausentes. Posteriormente el electoralista carril-bici, tan necesario como acelerado en su ejecución, mal diseñado y mal regulado, sobre terrenos no consolidados, de las grietas a las reformas, pasando por caja, ¿de quién?, que más da. Ahora el metro.

Es cierto que la responsabilidad corresponde al gobierno autonómico, pero, señor alcalde, las medallas pesan y las apropiadas más, hay que estar a las duras y las maduras y ahora caerán chuzos, espero que no se refugie en parapetos institucionales, cuando al sol y a pecho legionario cerraba la sombrilla, porque las sombras oscurecen el retrato en las fotos.

Y aquí el contribuyente soportando el Ibertren juguetero, las grietas acoge-ruedas ciclistas y con el miedo a sepultarse entre lodos guadalquivirianos, porque después de esto, a ver quien es el valiente que estrena la Línea uno del Metro, ese sí que merecería una medalla.

viernes, 21 de noviembre de 2008

El Último Hijo del Agobio


En el giradiscos, la aguja de diamante del fonocaptor aún profundizaba en el surco final del vinilo, sin posibilidad de sacar nota alguna que no fuera la rutina del golpeteo seco al terminar cada vuelta. Unos tenues rayos de sol se filtraban entre las rendijas de la persiana, a medio cerrar, que daba paso a una terraza de unos cuarenta metros, con infinitas macetas de geranios y rosales, convertida en mirador del río y su paseo, tan desierto a estas horas del amanecer y tan lleno de vida en pocos minutos. Era el ático de un inmueble de cuatro plantas, situado en una calle de las más bohemias de la ciudad, refugio de pintores, escritores y músicos, artistas en una palabra, con una reducida muestra de locales y garitos de lo más variopintos, donde cada uno podía sentirse tan cercano a las personas de su derecha, como ajeno a las de enfrente o indiferente a las de la izquierda, sin que ello provocase incomodidad alguna en la reunión.

Había elegido su residencia, como tantas otras elecciones en su vida, por snobismo, por ser diferente a los amigos que se habían mantenido junto a él desde la infancia y a los nuevos que había ido haciendo en función de sus intereses profesionales. Era una forma de reivindicar una independencia emocional de su mundo, pues al llegar a su esfera, como le gustaba denominar a su hogar, rompía con todos los lazos que le ataban al exterior. Sin embargo, le agradaba recordar que no había sido siempre así, lo que le angustiaba era precisamente la inocencia perdida en tantos años de éxitos, cómo su vida se fue enredando sin que él la pudiera manejar, dejándola a merced del destino sin intentar hacer un acto que le devolviera a la felicidad de antaño.

El humo de los cigarrillos, consumidos durante la larga noche de recuerdos, flotaba sin escapatoria por la sala, mezclando su hedor con el olor a alcohol; en el sofá, su cuerpo yacía semidesnudo y sudoroso, cayendo lánguida su mano como si buscara el vaso que contenía el último sorbo de bourbon, licuado con el hielo derretido. En la mesa revistero, restos de ese polvo blanco que altera la conciencia, una VISA ORO con los bordes manchados de cocaína y una porción de pizza aún por terminar. Por el suelo, se esparcían mezclados discos de su época juvenil, que durante la noche habían estado garabateando en su cerebro retazos de vidas, su propia vida y la de su alrededor, vistas desde un plano superior, en imágenes cimbreantes que saltaban en el tiempo y que él, desde su conciencia alterada por el consumo de alcohol y drogas, intentaba, sin éxito, darles un orden...