domingo, 21 de diciembre de 2014

Vivir un ahora

  Transforma la voluntad desde su atalaya de magnitud inmutable, el del silencio y su belleza, el de la espera y el desespero, el recobrado y su pérdida, el de la memoria y su olvido, el ausente y muerto, el que pasa y el que está por llegar, siempre el mismo en sus infinitos disfraces, el tiempo y su heredera la esperanza.


  Hoy que el tiempo abandonó mi tiempo aún despellejo cada momento de su paso, cada bofetada de sensaciones devueltas y cada mimo que impregnó su huella, aún paladeo las nerviosas ilusiones que quedan por llegar sin saber si serán mojicones en el  espíritu o arrumacos en las entrañas, oleadas de puertas cerradas en su devenir y portones de par en par en su porvenir, sin caer en la cuenta de la plenitud del momento y la laxitud de la memoria, el ahora pleno de emociones que sucumbe a la incertidumbre posterior.

  Vivir un ahora, lo que ya no es y lo que aún no es en un instante, esencia del tiempo sin ser tiempo en sí, somos desde el tiempo y seremos para el tiempo en este momento que es sustancia temporal de amnesia etérea.

  Y aún en su querencia al olvido te seduce su magnetismo de incertidumbre, su hermosa mirada extraviada en el futuro, el reto vigorizante de la rebeldía para poder influir en su suceso. Esperas el tiempo impaciente sin saber por dónde circulará ni la intensidad ni el tranco de su rastro y siempre es la misma sensación nerviosa de que todo lo bueno está por llegar, bendita ingenuidad de paranoica inocencia.

  El tiempo, ese que en su espera te saca lajas del alma.