martes, 10 de junio de 2014

Regia democracia

Fluye sangre azul entre las venas de la inamovible Constitución, la tinta indeleble de cada rincón de sus inmaculadas páginas, cosidas con los hilos de oro y el lomo a fuego; impenetrable, inviolable... indescifrable. Encadenada la voluntad democrática con el Título Dos en las muñecas y el Diez en los tobillos, grilletes lacrados con las llaves fondeadas... matarile, rile, rile.
 
 
En la crónica de una abdicación anunciada salen sus cancerberos enseñando dientes y gruñendo su rígida flexibilidad, un acto de normalidad democrática la herencia sanguínea y sálica de la institución garante de la unidad y permanencia nacional, literalidad cómica de los estragos de la consanguinidad, por encima del arbitrio interpretativo de vivienda, educación, reunión y vida, derechos de pernada.
 
Danza nerviosa de elefantes que hacen temblar los cimientos armados que sostienen la casta gobernante, rellenando de excrementos las grietas que el temblor se encarga de agrandar, aforamiento con prisas que aunque rellenas huelen a podredumbre hedionda y tratamiento soberano de por vida, pestilente todo y todo ambientado de flor de lis.
 
Y a la ventana de palacio se asoma el heredero de la democracia más instruido, intervenido de lobotomía constitucional por las mayorías alternantes, vividores todos de los servicios prestados y el pueblo aclama, el pueblo desaprueba. El pueblo calla, a Rey vivito y cojeando, Rey impuesto; casta y coraje.
 
Pero qué bien lo hicieron los padres constituyentes y se marcharon entonando... matarile, rile, ron.