sábado, 25 de junio de 2022

El día que fui padre... del Arte

El Arte nació como una necesidad del artista de dar a conocer su imagen de la realidad para el disfrute de unos sentidos no siempre preparados para estimularse ante el mensaje. Una realidad propia, a veces forastera de la realidad ajena, sujeta a los vaivenes sensoriales del que la recibe. Un mundo onírico del creador que inspira admiración, indiferencia y rechazo según la apertura mental que el espectador, como receptor del arte, posea en su ideal platónico de esa fantasía. La subjetividad es su esencia en el ingenio y en el provecho.

Hace ya algunos años, no muchos, mi hija Ángela, mi pequeña, mi chica, pronunció aquello que cantó un día Concha Velasco, obviemos géneros, "Papá, quiero ser artista", voy a estudiar Arte Dramático. De un golpe se desvanecieron clínicas veterinarias, cuadernos de campo con anotaciones sobre la vida animal, protectoras de animales, estudios en Trabajo Social o una carrera política en el Partido Animalista, exagerar entra dentro de la disciplina artística. 

La pregunta interna fue inmediata, cuándo protegió Apolo a esta niña y la visitaron, juntas o por separado, Melpómene y Talía? De dónde procedía ese gen de arte, para mí camuflado de compromiso y pragmatismo? Y repasando tomé conciencia del Arte alrededor de mí y, por ende, de ella.

Mi abuela, el arte de la alegría por vivir, de amenizar la jarana y la fiesta cuando se encontraba a gusto; mi abuelo, el arte de la vida, de las bulerías del pañuelo, del doble pito y cierre; mi madre, el arte del canturreo, de hacerse oír cuando nadie la oye, o eso cree, y embelesar con su copla; mi tío Enrique y el arte del Pub Garden, de Chichos y Chunguitos, de los Maravillas y hasta de Jesús de la Rosa; mi tío Rafael, de pinturas y bodegones, de retratos y óleo, de paleta y pincel... Es lo que tiene Triana, arte. Mi padre, el arte por el arte, de los intentos en los seises, de sus pinitos, en su atardecer en la vida, en La Cuadra y su pasión por escribir y la poesía, que en la Macarena también hay Arte, mucho. Mi hermano, el arte de Coro de Colegio y Chirigota, de tiralíneas y diseños arquitectónicos. Mi amigo Antonio, el arte de la ironía, mordaz y precisa; de su hijo Marco Antonio, el Arte, con mayúsculas, de esculturas y pinturas, el amigo de mi hija, a veces su musa inspiradora, que antes quiso ser director de cine, cuánto tuvo de "culpa" de todo esto "yo tu Pe, tú mi Pedro"... Yo no, el Arte no llamó a mi ser, de auriculares y tocadiscos, de libros e imágenes, receptor sensorial, solo heredé de mi padre el gusto por escribir, que no el arte. 

Y ahora mi hija, que quería ser actriz, un mundo en el que si ya Estar es difícil, Ser se aproxima mucho a una entelequia, donde la ruleta de la suerte de tapetes verde gira alrededor del titánico trabajo que hay detrás, pocas veces rozándose para poder escaparte por la tangente al rebufo de su gravedad, casi nunca secante, donde el boato de alfombras rojas está reservado para unos cuantos. Un mundo de aprovechados y vividores que hay que saber discernir, pero también un mundo de satisfacciones y recompensas que hay que saber equilibrar con la balanza de la perspectiva. Un mundo de noes y silencios, de porqués sin respuestas, pero donde los síes te hacen olvidar los sinsabores pasados y enfrentarte a los futuros. Un mundo ajeno a mí, dónde ayudar me es utópico e impotente más allá de algún lejano contacto en forma de representante (gracias África Gozalbes mi amiga de infancia y adolescencia) 

Ayer acudí al Teatro Central, representaba junto a sus compañeros de clase,  como obra fin de sus estudios en la Escuela Superior de Arte Dramático de Sevilla, una adaptación de la obra de Lorca "Yerma", de disertaciones sobre maternidad, relaciones amorosas y sexuales, hombres y mujeres de géneros entre el enfrentamiento egoísta y la necesidad natural de encontrarse, de plasmar pasiones y desengaños tamizados por el crisol de las experiencias personales, de nacimiento, vida y muerte, del simbolismo de las imágenes lorquianas de los elementos fundamentales aire, tierra, luz, agua y fuego, pero sobre todo atmósfera de Arte, con mayúsculas. La lágrima es fácil de felicidad y satisfacción y el infinito aplauso final, en pie la Sala repleta, y los vítores de reconocimiento creo que fue exponente claro de lo que allí se representó. Febo estuvo presente arropando con su manto este final a tus estudios, tendiendo su largo manto al inicio de tu vida profesional.

Ya no tendré que decir más, mi hija quiere ser actriz; mi hija es actriz y diré con orgullo que soy el padre del Arte.

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