viernes, 21 de noviembre de 2008

El Último Hijo del Agobio


En el giradiscos, la aguja de diamante del fonocaptor aún profundizaba en el surco final del vinilo, sin posibilidad de sacar nota alguna que no fuera la rutina del golpeteo seco al terminar cada vuelta. Unos tenues rayos de sol se filtraban entre las rendijas de la persiana, a medio cerrar, que daba paso a una terraza de unos cuarenta metros, con infinitas macetas de geranios y rosales, convertida en mirador del río y su paseo, tan desierto a estas horas del amanecer y tan lleno de vida en pocos minutos. Era el ático de un inmueble de cuatro plantas, situado en una calle de las más bohemias de la ciudad, refugio de pintores, escritores y músicos, artistas en una palabra, con una reducida muestra de locales y garitos de lo más variopintos, donde cada uno podía sentirse tan cercano a las personas de su derecha, como ajeno a las de enfrente o indiferente a las de la izquierda, sin que ello provocase incomodidad alguna en la reunión.

Había elegido su residencia, como tantas otras elecciones en su vida, por snobismo, por ser diferente a los amigos que se habían mantenido junto a él desde la infancia y a los nuevos que había ido haciendo en función de sus intereses profesionales. Era una forma de reivindicar una independencia emocional de su mundo, pues al llegar a su esfera, como le gustaba denominar a su hogar, rompía con todos los lazos que le ataban al exterior. Sin embargo, le agradaba recordar que no había sido siempre así, lo que le angustiaba era precisamente la inocencia perdida en tantos años de éxitos, cómo su vida se fue enredando sin que él la pudiera manejar, dejándola a merced del destino sin intentar hacer un acto que le devolviera a la felicidad de antaño.

El humo de los cigarrillos, consumidos durante la larga noche de recuerdos, flotaba sin escapatoria por la sala, mezclando su hedor con el olor a alcohol; en el sofá, su cuerpo yacía semidesnudo y sudoroso, cayendo lánguida su mano como si buscara el vaso que contenía el último sorbo de bourbon, licuado con el hielo derretido. En la mesa revistero, restos de ese polvo blanco que altera la conciencia, una VISA ORO con los bordes manchados de cocaína y una porción de pizza aún por terminar. Por el suelo, se esparcían mezclados discos de su época juvenil, que durante la noche habían estado garabateando en su cerebro retazos de vidas, su propia vida y la de su alrededor, vistas desde un plano superior, en imágenes cimbreantes que saltaban en el tiempo y que él, desde su conciencia alterada por el consumo de alcohol y drogas, intentaba, sin éxito, darles un orden...

4 Tu opinión también cuenta:

Monchi.. dijo...

"Virtuoso"..Principio..Me encanta como empieza La "Novela.."Engancha"
Deseando Ya..Los siguientes "Capitulos"..Se "queda uno con la Miel en los labios"..Y Parece que Lo que "Viene"..va a Ser cuando menos Muy Interesante..
Nada..Por aqui esperaremos con Ansia..La Terminacion de esta "Prometedora" Novela..Felicidades y Un Abrazo..

Monchi.. dijo...

Ahhhhhh¡¡¡ y La "Foto"..esa De "AutoPrision"..Presiento que muy acorde con el "Libro"..Chapo..¡¡

Anónimo dijo...

Scota estas escribiendo un libro?...hijo mio estas lleno de sorpresas,jajaja

Este va ser su titulo?,si es asi me encanta ese guiño que hace con el titulo del disco de Triana.Ese fue el primer disco que me engancho a estos trianeros y al rock andaluz.Espero poder tener el gusto de leer tu libro y que me deje igual de impactada que me dejo aquella portada tan llena de detalles y tan elaborada.Aun hoy cuando la miro sigo encontrando detalles ineditos para mi.

Lo dicho,espero leer tu obra.

fuentedelaspalomas dijo...

Pinta tela de interesante.