domingo, 5 de enero de 2014

La ilusión de Baltasar

Ya hace mucho tiempo que uno dejó de ser un niño, de esperar impaciente y aterrorizado, con la sábana como capucha y de espaldas a la puerta, que apareciera la luz del día de un Día de Reyes, deseando que, ese año sí, por fin, estuviese el garaje y gasolinera de coches que tanto ansiaba, la ilusión de todos los años que, uno tras otro, se desvanecía al contemplar los regalos.
 
 
No, no es que tuviera Reyes escasos, más bien suntuosos, enciclopedias de animales que más quisieran tener los mejores zoólogos, Cine Exin, Scalextric, Exin Castillo, el balón de reglamento de todos los años, equipaciones y botas de fútbol, bicicleta, coches dirigidos, colecciones inmensas de coches en miniatura, Madelmanes de postín, pero nunca apareció el dichoso garaje y en mis adentros miraba a Baltasar con el interrogante de la inocencia.
 
Con el tiempo yo fui Baltasar, intentando llevar la ilusión al extremo de aparición fantasmagórica y siempre con los "mejores" regalos y con la certeza que quienes recibían los regalos echaban en falta aquel garaje que nunca llegaba, esa sorpresa que hiciera palidecer motos eléctricas, el brillo de diamantes, la muñeca agotada de todos los años que tanto costaba encontrar, la consola con el videojuego imposible, el último móvil del mercado, pórtatiles o ipods... siempre veía en los ojos de la inocencia reflejado el brillo del garaje invisible.
 
Y no llega, ese garaje nunca aparece y sé que no podré ofrecerlo hasta que yo mismo sea capaz de tenerlo, algo le faltó y le falta a Baltasar para poder enseñar la ilusión plena, el gozo supremo de satisfacer deseos, lo más recónditos deseos. Le falta la ilusión de ver aparecer de la nada el garaje frente a sus ojos, tan brillante que palidezca todo alrededor, impregnarse de la magnificencia del deseo cumplido, para poder realizar a plena satisfacción su deber.
 
Tal vez, Gaspar, ese que dicen que salió de Huelva, se apiade de él y al despertar del reposo del duro trabajo nocturno, encuentre frente a sus ojos aquel garaje donde reparar las ilusiones ajenas.

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