Sé que este escrito va contracorriente de una opinión pública que ya emitió su veredicto antes de celebrarse el juicio del caso de Marta del Castillo, el mismo que yo emití hasta ayer mismo. Vaya por delante que posiblemente si yo fuese el padre de la desdichada muchacha, los cinco imputados no habrían llegado vivos a escuchar la sentencia del caso, o yo habría perdido toda cordura y viviría en un mundo ajeno a la realidad.

Yo he calificado de cinismo e inadmisible éticamente la postura de los distintos acusados en este procedimiento, como la mayoría de nosotros, ciudadanos ejemplares y honrados, sin tener un atisbo de duda en la culpabilidad de todos ellos, sin reparar en la presunción de inocencia de cada uno, porque el caso estaba tan claro que no era posible, pero no así un juez, afortunadamente, juez al que ayer mismo al conocer el resultado de su sentencia no pude más que maldecir y despotricar de la justicia de este país.
Ayer mismo estuve tentado de colocarme como avatar ese lazo negro en contra de la sentencia del caso Marta del Castillo, que tanto está proliferando en las distintas redes sociales, entre amigos y conocidos.
Como he dicho hasta ayer mismo, pero me pregunté si era sincero conmigo mismo, ¡no había leído la sentencia!, cómo iba a defender una idea si no conocía en que se sustentaba tanta indignación, sólo en un juicio paralelo y a priori, sin ningún razonamiento sobre lo que había ocurrido, solamente el resultado.
Esta mañana he leído la sentencia, los 141 folios de la misma y quizás ese lazo negro deba de desaparecer como símbolo de repulsa hacia ella, una sentencia fundamentada, razonada y accesible a todos los que la quieran conocer para tener un criterio propio de lo ocurrido y no dejarse mediatizar por dimes y diretes de personas y personajes más o menos interesados y más o menos informados.
Hablo de la información de primera mano, eso que todos nosotros deberíamos tener a la hora de emitir un juicio, porque en esa sentencia se detalla claramente el por qué de cada uno de los fallos emitidos, bien condenatorio, bien exculpatorio. Y una vez leída, el juez no ha hecho otra cosa que administrar justicia con la ley en la mano, en la condena el máximo posible y en las absoluciones no cabía otra cosa, no sólo que no se ha podido demostrar culpabilidad alguna, sino que todas las pruebas aportadas daban como resultado la absoluta inocencia de los inculpados, por mucho que nuestra prematura convicción nos dijera lo contrario.
Tal vez esos lazos negros habría que apuntarlos en otra dirección hacia el interior de nosotros y pensar en ello cada vez que emitamos un juicio y apuntar a posibles inocentes en los que dejaremos una mancha difícilmente eliminable.
Sólo me cabe dar la enhorabuena a ese juez que no ha hecho otra cosa que administrar justicia y lo que sí me preocupa de forma alarmante es que los ya inocentes, con un jurado popular serían ya culpables sin ninguna razón jurídica para ello, más que la de habernos saltado a la torera el principio de presunción de inocencia y haber juzgado y sentenciado antes de la celebración del juicio.
Por último pedir a los que quieran hacer algún comentario al respecto que antes se lean de cabo a rabo la sentencia y con un juicio propio emitan la opinión que estimen oportuna, lo contrario sería faltarse el respeto a sí mismos.
En este enlace tenéis la sentencia completa
Sentencia del caso Marta del CastilloFotografía: Diario de Sevilla.