domingo, 8 de febrero de 2009

Eluana Englaro, suicidio imposible o eutanasia vil


Vaya por delante mi contundente apuesta, de convicción moral y sin ningún tipo de valoración religiosa o política, por el derecho a la vida del ser humano, a cualquier clase de vida, y mi repulsa más enérgica a que una persona (desde ahora y en esta reflexión el termino persona lo entiendo como persona individual, conjunto de éllas o instituciones reglamentarias, entelequias convencionales del raciocinio) amparándose en leyes, promulgadas al arbitrio de quien ostente el poder en determinado momento y por tanto artificiales, por capricho emocional o por enajenación mental, transitoria o definitiva, pueda disponer de la vida de otro. Si no somos moralmente autosuficientes para disponer de nuestra propia vida, ¿cómo vamos a serlo para disponer de la vida del semejante?

Por otra parte, el derecho a morir dignamente también está grabado profundamente en mis convicciones, hablo de morir, una situación en que la muerte es segura, invariable, y que la acción humana no hace desaparecer una vida por procesos diferentes al propio desenlace final, sino que lo acelera para evitar sufrimientos innecesarios.

Viene esto a colación por la polémica suscitada en Italia con Eluana Englaro y, sin centrarme en su caso concreto, por desconocimiento de primera mano y una información sesgada e interesada por cada una de las partes, sí quiero expresar mi opinión por la eutanasia y extrapolarla a su debate.

Yo (cuando digo yo me refiero a un convencimiento personal sin dogma ni sentencia) distingo dos tipos de enfrentar la eutanasia. La primera desde una decisión consciente y meditada a no querer seguir viviendo de la forma que el destino nos ha reservado y que su sustantivo pasaría a ser de suicidio imposible, ya que necesitaríamos la complicidad de otra persona, con sus imperfecciones morales infectadas por la sociedad, como todos nosotros, que es la que determina, aunque sea inducida, si un ser humano merece o no seguir viviendo; ante esto, por congruencia con mi primera exposición, desde ya me rebelo a que se legalice.

La segunda, apostillada por mí como eutanasia inconsciente, es en la que me extenderé algo más, vayamos por partes. Estamos ante el caso de una vida que no puede interrelacionarse con el mundo exterior, lo que vulgarmente conocemos como estado vegetativo, y por lo tanto no podemos saber cuales son sus pensamientos, si los tiene, ni siquiera un testamento vital sería suficiente para saber lo que piensa y desea pues estaría realizado en una situación de desconocimiento, nadie ha hecho un testamento vital desde un estado vegetativo, y aún admitiéndolo como válido y racional, estaríamos ante un caso de suicidio imposible, postergado en el tiempo a una situación posible. Ningún médico o institución médica, esos que fundamentan sus conocimientos en estudios sobre muertos y los aplican a los vivos aprendiendo de sus propios errores, puede aseverar sin ningún género de dudas que una persona en estado vegetativo no tiene entendimiento, sí sabemos que no puede expresarlos, pero el exterior ¿no le afecta emocionalmente? Aún siendo así, un médico está destinado por la sociedad a hacer todo lo que esté en sus manos parar salvar vidas, una vez realizado todo lo posible, su función se ve relegada al de mero sanitario, pero en ningún caso puede actuar, por acción u omisión, para que esa vida deje de ser tal y mucho menos la de decidir si deja de suministrar alimentos a una persona en tal situación, ya que esta persona no moriría de su propia enfermedad, sino por inanición, dos consideraciones: si se alimenta ¿seguiría viviendo?, rotundamente sí; si se medica ¿seguiría viviendo?, esta respuesta si depende de los galenos. Existe otro interrogante, si bien es cierto que el porcentaje es ínfimo, ¿algún seguidor de Hipócrates puede confirmar con seguridad plena y científica que un coma en estado vegetativo es irreversible?, casos contrarios se han dado en la historia de la medicina, y el que lo certifique, ¿puede asegurar que un caso en concreto lo es? En el caso de Eluana, ¿ha habido algún médico que lo haya certificado?, no hablo de probabilidades, sino de formulaciones ciertas y demostrables.

Por otro lado está la cuestión de coste mercantilista de mantener personas hospitalizadas en esta situación que se prolonga en el tiempo, planteamiento mezquino, pero que tiene mucho que ver en las actuaciones médicas, nada científicas ni morales.

Además se encuentra la agonía familiar a la que se someten sus allegados, los del enfermo, que generan situaciones de estrés y aligeran la toma de decisiones. Comprensibles, pero no determinantes a la hora de discernir entre la vida y la muerte.

Esas incertidumbres son las que en este segundo caso me hacen no estar plenamente convencido en que la eutanasia sea la única solución, por mucho que me duela una situación de este tipo, el atisbo de duda planea en mi conciencia y ante el titubeo me inclino por lo reversible antes que por lo irreversible.
P.D. a la entrada: Hoy día 9 de febrero Eluana ha fallecido, ya descansa en Paz.