Yacen tus recuerdos ahogados en el
fondo del abandono y la desidia, ya no te cubre el polvo de la indiferencia ni
ves pasar con resignación la vida ajena ante tus ojos, esperando disfrutar de
la libertad viajera para la que naciste.
Ahora buceas en el lodo
nauseabundo que emerge de los usillos en busca de un destino digno, llorando la
amargura de tu reposo infinito que ni buscaste ni te merecías, en el que te
viste sumergida y por el que llorabas agriamente antes de que tu rugido sordo se
convirtiera en silencio perpetuo.
Disfruté junto a ti de la
sensualidad de tus curvas, la dulzura de tu agarre y el desenfreno de tus
caricias, la música de tu aullido al pedirte que te entregaras más al desafío
del tumbado horizonte que se abría ante nosotros aún resuena en mis oídos como
la banda armónica de lo prohibido, como la primera vez que con miedo te poseí y
sentí mi piel volar al cielo siento ahora mi alma zozobrando junto a tu frío
cuerpo inerte.
Sí querida compañera, llegó tu
fin de la forma más cruel, quieta, inmersa, sin posibilidad alguna de
defenderte como tú sólo sabías, como tú querrías que hubiera llegado, con tu
cabeza al frente desafiando al viento y a la gravedad, ramoneando las nubes y
vacilando a la tierra.
Aún recuerdo cuando te conquisté.
Fui buscando a otra y al verte impregnada de sensualidad y sencillez supe que
habías nacido para mí, que serías mía contra viento y marea, refinada en tus
andares e impúdica en la intimidad, sensitiva al tacto y lasciva en el engaste,
sin duda naciste para mí. Juntos recorrimos espacios impensables y momentos
irrepetibles con el libertinaje que da la osadía y la conjunción perfecta de
cuerpo y alma.
Ahora me siento ingrato cuando a
tus primeros achaques me retiré de tu vida, dejándote arrumbada en tu
desencanto y olvidándote en un rincón oscuro y encapotada por el polvo de la
indolencia, ahora peno tu pérdida y el desconsuelo de tu adiós sin despedida,
hundida como el sepulcro de mis entrañas.
Hoy llegó tu fin querida
compañera, el llanto infinito de aquellas nubes que enfrentaste alegre te
sepultan en el fondo de tu entierro en vida, ahogada en un pozo negro, inundada
y vencida.
Y yo, infiel y olvidadizo, inmolo mis sueños de
volverte a cabalgar con el viento en la cara impregnado de bencina.
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