Cavernosos gusarapos van trepando
sus miembros suspendidos en caída libre, husmeando las entrañas, putrefactas de
tanto deambular entre sombras de ausencia, indagando en lo más recóndito un
resquicio vulnerable por donde asaltar su voluntad.
Una imagen borrosa, sonidos de
remos chapoteando contra la nada y una brisa con olores que, de tan lejanos,
huelen a inexistencia sentencian el destierro de la esperanza de un pasado presente
en un bucle onírico procreándose en el infinito.
Dos delfines danzando el baile de
la incomprensión, apartados por el bardal invisible de jergas antagónicas entre
lo oculto y la confianza, entre las dudas tuertas y el dogma ciego, bellos
saltos en equilibrios inestables sobre géminis místico.
Delirios temerosos del
entendimiento ido golpeando lúcidas ensoñaciones en la razón relajada por el
abatimiento y la extenuación emocional, reposada en el lecho calmo del lugar
sombrío donde habita el olvido.